miércoles, 21 de enero de 2009

Es sólo lo que me haces sentir...




¡Mira lo que ha traido el mar en su oleaje!



¡Claro que ha sido retórica! Asesino de las letras, sí, mas no de mujeres tan libres de sí mismas.



Adorable sirena de mares bañados por la espuma silente de madejados ires y venires.



Te imagino caminando luego de salida del mar y entre lentos movimientos veo que vienes hacia mí, un delfín hambriento y moribundo que yace fuera de su elemento.



Te espera, y sin embargo tus pasos no son más rápidos.



El crepúsculo de la vida parece nacer y morir en tus manos, oh, Sirena...



La blanca arena de mis sueños enfrenta a un mar enfurecido que ha dado paso a tu silueta.



Tu paso lento ha escondido esa brabura y espera para darte la bienvenida.



Ya no vives en mis sueños y te apareces tan real como puede una imagen ser.



La melancolía ahora me consume y me lleva de la mano de las tinieblas más allá de los pilares de Hércules. Más allá del barquero que espera día a día a quienes tienen que viajar.



Y las musas cantan esa melodía encantadora de Gliere, que parece reconocer el ser magnífico y palpitante que hay en tí.



El canto de una sirena parece expresarse tan bien en ella, que me basta con escucharla para seguir imaginando tu cuerpo acercándose de tantas y hermosas maneras.



¡Ven, que quiero contarte un secreto! Y cuando estés cerca, muy cerca, voltear mi cabeza y besar esos labios sorprendidos para robarte un beso... ¡Oh, misericordia!



Pero, sí, y no lamento nada de ello porque me has despertado y comienzo de nuevo a caminar por los lares lejanos de un paraíso perdido en las llanuras y estepas que dan paso a la aventura del placer y la pasión.



Ese es mi mensaje Sirena, el que en una botella navega y navega, sin saber de puertos ni de islas perdidas en medio del océano de tus ojos que apenas logro encontrar, en el mar de ilusiones y palabras que nacen de tu pluma.

martes, 20 de enero de 2009

Cálida Sirena






Casi al morir enero, se inunda la penumbra de mi pesar y descubre el inmenso mar que cubre las costas del perenne cabalgar del husar sin igual que cruza las almerías y el ahazar de los limoneros de Valencia al pasar.



Nauceabunda y elocuente, nace allí para hacer vibrar mis más íntimos sentires, mis más pulcros arlequines y de paso enervar cualquier intento de preservar esa esencia de sabores y olores que me inundan de sensual virilidad.



¡Ah! ¿Cómo expresar mejor ese sentir que me atormenta mientras escucho lejano el adagio del Spartacus de Khachaturian, entre tenues sonidos de violoncellos que marcan una atmósfera pletórica de lujuria terrenal?



¡Quisiera ser y no ser! ¡Quisiera sentir tus manos en mi cuerpo! Quisiera...



Me gusta ver como me ves sin verme.



Me gusta sentir como me sientes sin sentirme.



Me gusta conocerte a través de las palabras que susurras en mi oído.



¡Oh, Sirena!



Has despertado el ímpetu de mi juventud.



Has despertado mis instintos asesinos.



Has dejado que crezca en mí aquella sensación de insaciable virilidad, aquella magia de la que soy custodio, de aquella lúgubre estancia de mil y un desiertos, de aquella ilusión permanente en mí de satisfacer con distintas féminas, el ardor que siente mi sexualidad cuando sabe de tí.



Ardiente pasión desenfrenada: ¡eso me produce tu cercanía! El solo ver tu cuerpo acercarse me hiere y me deja anhelando tu cuerpo.



¡Oh, Sirena!



¡Al fin has desnudado mi alma incansable de lujuria y pasión!



Ahora, deja que abra tus encantos y beba de tu dulce nectar, pues me has despertado y con un enorme apetito de tí.