miércoles, 1 de octubre de 2008



Hoy me siento miserable. Nada escribí en septiembre porque era septiembre, el mes de la patria.


Me siento así porque debo decidir entre vivir encerrado entre cuatro paredes. Del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, sin poder ver siquiera a mis amigos.


Esta situación me hace recordar lo que era vivir con mis padres cuando era niño y adolecente. Hay veces que me siento prisionero de mis decisiones y de mi falta de visiòn futura.


Sé que el futuro no existe y que se va construyendo día a día, pero esa angustia de no saber cuando tomas una decisión es correcta o no.


Me siento terrible y Sinatra no ayuda en este asunto. Parece que night and day es sólo una bonita canción.


Ah, vida mía, qué hice mal para merecer lo que vivo.


¿Se puede ser feliz alguna vez? ¿O se vive hasta que se muere en completa soledad? ¿Es tan malo estar solo?


Si desisto de este intento de tener una familia funcional, ¿qué pasará con mis pequeños? ¡Ese es mi lamento! ¿Podrá mi pequeño Mati perdonar a su padre por no querer vivir la vida de su madre? ¿Qué puedo hacer, oh, espíritu mío? La angustia y la desesperación me carcomen las energías.


¡Quiero ser un poquito feliz! ¿Acaso es mucho pedir?


¿Y si después mis hijos me desprecian por querer ser libre? Por querer vivir mi propia y desdichada vida.


¡La amo! Pero no puedo vivir con ella... Sin ella, glup, no sé...


¿Existe la felicidad? Ese estado ancioso de poner la cara al viento y sentir como se desliza por tu cara ¿o es sólo une mirage?


Sigo pensando que existen momentos. Sólo eso. Momentos...


¿Cómo decido sin dañar a otros?


¿Cómo decido sin dañarme?


¿Dejo contentos a todos? ¿Renuncio a la vida? Podría hacerlo. Así, no tendría que escuchar el reproche.


Te quise, te quiero y te querré. Pero qué infeliz seré si sigo en lo mismo.


Alguien me dijo una vez: "a veces siento que no te dejo volar, que necesitas ser libre". No sé si se refería a esta sensación de encontrarme atrapado y sin poder salir de mi miseria.


Quizás esta páginas sean todo lo que finalmente tenga. Páginas que escuchen mi lamento y no me responda por temor de aconsejarme mal.


¿Qué haría sin las palabras¿ ¿Callar? No lo creo. Mi boca se cierra con fuerza apretando los labios, comiendo mis dientes cada palabra que escribo como si pudiera liberarme con esa energía.


Dicen también que somos seres de luz... No lo sé, ni me interesa. Soy agnóstico y cada día más convencido de que tengo razón en mi manera de ver el mundo.


¿Qué hago? ¿Espero a la muerte en el oficio que amo, con los libros que leo y con la música que escucho?


¿La espero y hago como que no la he visto? ¿Ingiero píldoras indoloras que hagan dormir el sueño eterno para no tener que despertar mañana en esta miserable vida que llevo?


¿Dónde ir? No hay salida. ¿No hay salida?


Y si la hay, ¿cómo la encuentro? ¡Siga la flecha, señor!


¡Corazón delator!


¿Qué hay de malo en beber, comer y hacer el amor? ¿Hay placer después de la vida? No, claro que no. Nada existe más allá ni más acá de la vida, porque sólo eso somos. Cicerón tenía razón, no hay placer después de la muerte. Volvemos al estado del que salimos y eso es todo.


No hay que ser un genio para saberlo. Cada instante que vivimos puede ser el último y eso, mis amigos, ¡que terrible es!


Nada parece despreciar más la idea de vivir que la idea de morir.


Por eso, hoy más que nunca: ¡muero de no poder morir!


¿Qué hago? ¿Sienten mi desesperación y mi dolor?


Si hay alguien allí que no sea Mulder o Scully, ¿quisiera ayudarme? Lo necesito. Necesito respirar y para ello debo decidir entre "morir en vida" o ¡vivir vivir! ¡Escuchan mi grito desesperado y ahogado!

¡Oh, Jinetes del Acopalipsis, cuánto os extraño!

Firma, el que muere un poco cada día...